La Enfermedad Europea

He vuelto, mis queridos lectores, y traigo un tema que seguro será de su interés; posiblemente de algunos motivo para rabiar nuevamente con éste su blog.

¿Qué pasa con Europa? Esa será nuestra pregunta de trabajo.

Tragedia con un giro amargo.

La situación en Europa es de lo más desafortunada: desempleo, deshaucios, pobreza, situación de calle para muchas personas, bancos irresponsables y gobiernos inflexibles y que están en contra de la sociedad… o al menos esa es la historia si se la ve inconexa, irreflexiva y con el afán de buscar culpables específicos. Sin embargo, la realidad que se puede atisbar sin más que lo que los medios de comunicación masivos nos proveen, junto con un poco de suficiente curiosidad por los fenómenos y razonamientos, nos puede dar una idea integradora y razonada de la catástrofe mundial.

Por principio, el problema no es algo que se dió instantáneamente sino el resultado de una cadena de desafortunadas decisiones colectivas, individuales, de lobbies y de gobierno. Es decir, no podemos pensar que ésto fue provocado por unos cuantos sino por una enfermedad que se propaga, cuál gangrena, por la sociedad toda.

¡Todos en contra de tomar la medicina!

Una gran cantidad de los afectados por la crisis se ha organizado en asociaciones en contra de las medidas despiadadas del gobierno y de los bancos para intentar salvar los bancos. Diariamente es posible ver en las noticias los miles de personas que salen a las calles para exigir una solución a sus problemas… cosa que oída así sin ninguna otra información, i.e. fuera de contexto, nos invita invariablemente a pensárnoslo por un momento y decir —-¡Pobres!, los bancos y el gobierno los están moliendo a palos.

Pero las agrupaciones políticas, patronales y sindicales se montan, como siempre han hecho cuál buitres, en el sufrimiento de la gente con el único objetivo de llevar sus intereses a buen fin. Para ello engañan a la gente y la gente recibe de buen grado sus llamados retóricos a la justicia y a la caída de gobiernos (sin importar ideología) sin ver que es como si estuvieran en una zona pantanosa en la cuál para salir del lodazal espeso no es posible hacerlo con golpes de efecto, y que cuál animales prehistóricos hay un punto en el que la situación será irreversible en el largo plazo.

La descomposición social. Frivolidad y consumismo.

En efecto, estamos asistiendo a lo que desde hace años he clasificado como una descomposición de la sociedad, la cuál tiene como una de sus consecuencias principales las crisis. Veamos a lo que me refiero.

Aquí ya no hablamos de capitalismo versus socialismo, ambos sistemas han degenerado en uno sólo, que mas allá de las formas que los pudieran diferenciar, en el fondo son lo mismo: CONSUMO. Es decir, las empresas, los bancos, los gobiernos, la sociedad y los individuos componentes de la sociedad tienen un único objetivo: consumir más para ser más felices.

¿Cómo se llega a ésto? Primeramente por empresas o gobiernos que creen que el consumo es la principal fuente de ingresos y luego se procede implantando en las personas el deseo por consumir indiscriminadamente. Tal vez, por lo que la mayoría de las personas (desorientadas por los movimientos de indignados) cree que el consumismo es equivalente al capitalismo es que uno de sus más notables representantes, y hasta podríamos decir su fundador, fue un país capitalista: Estados Unidos de Norteamérica. Sin embargo países que fueron socialistas han sufrido la misma transformación, como por ejemplo China y Venezuela.

Se gesta una forma viciosa de vivir.

Tómese el mundo previo al siglo XX. Generalmente el consumo era escaso comparado con el consumo en la actualidad, no sólo porque la población mundial era más pequeña y las conexiones entre países eran más lentas, sino porque los productos de la revolución industrial eran hechos para durar y eran relativamente caros, tanto en diseño, materia prima y mano de obra. Se primaba, en la mayoría de los casos, la calidad y durabilidad sobre la cantidad, los servicios por sobre las ventas.

Es decir, antes había una cultura responsable del consumo, desde el punto de vista del capitalismo, había una cultura del «yo consumo lo estrictamente necesario para mi vida, ni más ni menos». Obviamente había pobreza, como siempre ha habido y siempre habrá, ya que la pobreza no es un factor que puedan resolver los gobiernos por sí mismos sino que es algo que surge también de la voluntad del individuo: de ahí que veamos casos de pobres que han triunfado y han subido por el escalafón de la sociedad mientras que ricos han quedado en la más absoluta de la ruinas, bajando por el mencionado escalafón.

La ansia viva.

El consumismo comienza a surgir como una especie de edad dorada de complacencia y derroche a principios del siglo XX siendo uno de sus máximos representantes la producción en serie de Henry Ford.

El problema del consumismo se agudiza en el mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Lo importante de ésto es que ese evento marca un parteaguas entre el mundo previo y el nuevo mundo en el que vivimos.

Aquella guerra tuvo costos exorbitantes, y de hecho fue posterior a una de las más grandes crisis, hasta ese momento, de la economía mundial: la Gran Depresión. Sin embargo la Gran Depresión no tuvo la magnitud que ha tenido la crisis que comenzó en la primer década del presente siglo, debido a que aún la cohesión mundial, dada por nuestros medios de transporte y comunicación actuales, no se daba.

Lo que encontraron algunos pseudogenios sin talento es que probablemente la producción masiva de bienes podría sacar a muchas regiones del mundo, y en particular EUA, del aletargamiento provocado por la primera mitad convulsa del siglo XX.

Ésto implicaba, para hacer rentable la producción masiva, la baja en la calidad y durabilidad de los bienes, lo cuál permitiría disminuir los precios de venta de éstos al público en general y del diferencial de precios no sólo recuperar la inversión sino ganar grandes cantidades de dinero en beneficios.

Por otra parte, las ramas de servicios, con el perfeccionamiento de la producción barata de bienes de baja calidad y durabilidad, se fue haciendo cada vez menos necesaria, ya que los bienes de mala calidad no es posible repararlos con costos acotados menores a los costos de producción, por lo que es inútil tener una rama de servicios y por tanto se ahorra más obteniéndose beneficios superiores.

Hay que decir que parte del tinglado ya estaba, la industria militar no producía equipamiento de alta calidad sino el equipamiento necesario con el menor costo para que éstos estuviesen disponibles lo más pronto posible y en grandes cantidades para enviarlos al frente.

Basura y sólo basura.

Es así como llegamos al mundo de los productos de usar y tirar. Un mundo en el cuál los coches se cambian cada año, en principio porque no duran tanto como los coches de antes y en segundo lugar porque se ha introducido en el subconsciente de la mayoría una necesidad irrefrenable por estar in, aunque in signifique pagar por productos con un mejor diseño externo, pero con una carencia de calidad interna.

Un mundo en el que la moda y el diseño superficial cuentan más que la belleza y durabilidad de lo bien hecho. Un mundo en el que el pseudointelectual, sea de izquierda o derecha, genera ideas y conocimientos basura. Un mundo en el que la libertad se confunde con el libertinaje y la libertad de expresión con la prostitución de la palabra.

Créditos ¿Algo serio o algo trivial?.

Cuando viví en España hace una década, me di cuenta de una fabulosa costumbre de una gran cantidad de mis queridísimos españoles. Sin ningún reparo o vergüenza usaban los créditos de los bancos como si de dulces se tratara, como si el banco regalara el dinero. Y los bancos ofrecían los créditos como si tuvieran urgencia por repartir dinero. Raro para la época, en México, se realizaban llamadas a las casas ofreciendo créditos y otros beneficios. Se ofrecían créditos hipotecarios, créditos para vacaciones… y, por supuesto, créditos para el gobierno español: tanto nivel local como nacional.

El hecho anómalo no es el tener disponibles en los bancos los créditos, ni que las personas, empresas y gobierno tengan a su disposición créditos. El problema es una oferta desmedida de créditos y con los razonamientos mas rocambolescos.

Ahorradores, accionistas y créditos.

Está bien un crédito hipotecario, un crédito para iniciar una pequeña empresa o un crédito para financiar servicios básicos en el sector público, lo que no está bien es ofrecer el crédito como si fuera regalar dinero cuando en realidad el dinero que ofrece el banco proviene de los propios accionistas del banco y de los ahorradores que meten su dinero en el banco para que produzca aunque sea una miseria.

Sí, seguro lo anterior les parece extraño a muchos: el banco no presta dinero que es suyo, sino dinero que le confían de modo que pueda prestar dinero con créditos, de los créditos se tenga una ganancia cuando los clientes paguen el crédito junto con los intereses, y esa ganancia sirva para devolver una cantidad a ahorradores y accionistas. Es decir, el banco es como cualquier otro negocio: los bancos no son un montón de avaros que no tienen que responder a nadie, sino que necesitan un margen de ganancia para que la operación sea exitosa y no sólo consista en guardar el dinero de ahorradores y accionistas o, en el peor de los casos, perder dinero a lo bruto.

Comienza el error en los bancos… pero sigue con la gente común y corriente y los gobiernos.

Y es exactamente esa irresponsabilidad en proporcionar créditos como si de dulces se tratara, además de que a los altos ejecutivos se les daba una serie de privilegios fuera de las posibilidades de los bancos con el dinero de ahorradores y accionistas, que se llega al punto en el que los bancos entran en crisis y necesitan capitalizarse, ya que han sobrepasado la línea de equilibrio entre las pérdidas y las ganancias. Pero, a parte de la irresponsabilidad de las directivas de los bancos ¿quiénes son también culpables?

Por supuesto que los que solicitaron créditos, y es que la gente generalmente firma el contrato para un crédito, o una tarjeta de crédito, pero nunca está consciente de que el banco no le está regalando nada y en muchos casos tampoco se ha enterado de qué ha firmado exactamente.

Si la persona que lo contrató se ve en la desafortunada situación de no poderlo pagar, o simplemente tiene la cara dura para no pagarlo, se defiende diciendo que se negará a pagar porque las condiciones del banco son duras en extremo. El problema aquí es que él (o ella) firmó el papelito sin enterarse de las condiciones, ha sido omiso al no entender que un crédito implica responsabilidad para poder pagarlo (ya que el crédito es una ayuda solamente) y es en extremo egoísta al no intentar pagar ya que el dinero que le dieron no es del banco sino de los ahorradores y accionistas.

A ésto sumémosle las irresponsabilidades de los gobernantes, que también piden créditos sin pensar en el futuro, sólo pensando en programas populistas que al final no permitirán recuperar los recursos con las entradas debidas a los impuestos para poder saldar la deuda, y en todo caso dejan a la administración pública con los pantalones bajados, sin dinero para mantener los programas existentes.

La medicina es amarga pero no hay otra salida.

La conjunción de las tres irresponsabilidades anteriores (de los bancos, de los individuos y del gobierno), con igualdad de influencia, generan un ambiente inestable en los cuales la deuda de todos los sectores se hace impagable ya que todo el sistema queda imposibilitado. El problema de pedir que haya «borrón y cuenta nueva», como algunos colectivos requieren, implicaría cosas aún peores, ya que la situación no son sólo una combinación de numeritos en el servidor de un banco, sino las repercusiones que estos numeritos tienen en todos los sectores de producción, es decir, el problema no es un problema informático, ideológico o filosófico sino un gran problema real de esos que no se resuelve más que haciendo las cosas correctamente.

Pero ¿cómo podemos esperar algo mejor si la gente tiene la mala costumbre de siempre buscar culpables pero cuando buscan el culpable nunca se miran a si mismos en el espejo? Ven la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el suyo propio. Ya de por sí, la costumbre de buscar culpables es bastante cansina, pero si se le añade lo anterior, poniéndose como las víctimas de los malos banqueros y políticos, es realmente descarada o propia de un tonto. No hay ni más que ver como los españoles odian a Angela Merkel porque establece las políticas económicas de la Europa en crisis. La pregunta que le haría a los españoles es ¿han visto a Alemania?

Alemania, salvadora… pese a quien le pese.

Lo que me gustaría que contestaran o notaran es que Alemania está en crisis, pero no tan profunda como la del resto de Europa y no como un irreflexivo español dijo —-A Alemania le está resultando productiva la crisis.

Y, yo contestaría, eso es porque la ideosincracia del alemán, en la mayoría de los casos, lo pone a pensar en los posibles obstáculos y problemas.

Hay una obsesión entre la mayoría de alemanes por los números, las estadísticas, y la determinación espacio temporal de sus actividades, y el intento continuo por encontrar el orden en el caos. No es por nada que grandes matemáticos han sido de origen alemán. Es decir, no es que los alemanes sean superiores, sino que a base de trabajo han demostrado ser más fuertes.

Por otra parte, los alemanes aprendieron de forma durísima a salir de entre las cenizas que dejó el inepto Hitler (austríaco que no alemán) y convertirse en lo que es hoy: el pilar que mantiene, eso sí con gran esfuerzo y a duras penas, la Unión Europea.

Mientras tanto los españoles, franceses, griegos, portugueses, italianos, etc. se han distinguido por una cierta tendencia a que si se sienten en confianza no piensan en posibles futuros aciagos, que siempre habrá, y pretenden, como en el México de José López Portillo, administrar una abundancia que mañana puede estar pero también puede que no esté más.

Y si a todo lo dicho hasta aquí se le suma la ignorancia y la falta de razonamiento lógico que ha sido retroalimentada por gobiernos y sociedad civil…

Otros factores de la crisis.

Mientras la mayor parte de Europa se sentía en la abundancia y era descuidada con sus gastos, a todos los niveles, en EUA, un gran centro neurálgico del consumismo, se da la explosión de la burbuja inmobiliaria, y se dan los fraudes de los bancos de inversión como Lehman Brothers.

Eso viene a desestabilizar el paraíso de Europa, que hasta ese momento había estado creciendo en poder y riqueza hasta casi superar, aparentemente, a EUA y precipitar la caída que estamos aún presenciando.

Sin embargo, los lobbies y especuladores aún ponen más presión sobre un sistema económico global en crisis, al jugar con los mercados de productos básicos haciendo que comiencen, o se agudicen, problemas de desabasto de materias primas o de una inflación galopante que inhibe la ya reducida actividad económica, tanto al elevar los costos de producción como los precios de venta al público.

Nadando de muertito.

Las medidas que los gobiernos de algunos países tomaron, han mitigado o retrasado la entrada en recesión de ciertos países y la explosión de problemas más graves. Uno de los pocos países que se ha salvado es México.

Gracias a las acciones en lo macroeconómico que realizó el gobierno del expresidente Calderón, hayan sido suficientes o no, en México la crisis se ha sentido pero no al grado en el que en Europa se ha sentido. No es que México se haya vuelto mejor que antes de Calderón en cuanto a macroeconomía, sino que se ha mantenido en los niveles que se venían manejando.

Aún el empleo y la pobreza no han mejorado, pero tampoco empeorado, lo cuál es una ventaja respecto de países como España o Grecia en los que los empleos van a pique. Sin embargo, lo que parecen no entender los mexicanos y los nuevos gobiernos es que no estamos en una situación estable sino en un equilibrio metaestable: cualquier perturbación podría llevar a México a situaciones cercanas a la española o la griega.

Reformas necesarias, cerrazón cotidiana.

Y el problema es que el siguiente paso es hacer lo que hace décadas México debió de haber implantado: reformas que no son populares pero que se mostrarían a la larga como grandes avances. Reformas que, dicho sea de paso, no son tan amargas como las necesarias en Europa: las reformas necesarias en México son como un antibiótico a una gastroenteritis bacteriana así como las reformas en Europa son una cirugía a una apendicitis complicada en una peritonitis.

Tales reformas, si estuviesen bien implementadas, implicarían una menor carga fiscal en unos cuantos contribuyentes cumplidos, una disminución de la corrupción fiscal, la práctica inexistencia de la evasión fiscal por parte de los poderosos y una mayor bolsa de capital disponible para establecer infraestructuras mejores. De eso ya he hablado en otras entradas.

Aún así, nos encontramos con una incapacidad por parte de las fuerzas políticas y sociales por entender cuáles son las virtudes de las reformas, ya que saben claramente que el que las lleve acabo obtendrá capitales políticos. Lo que no saben la mayoría, es que los resultados verdaderamente buenos no serán instantáneos. Pero, de no aprobarlas el resultado a muy corto plazo serán la españolización de México, ya que el problema del exceso de créditos y la cultura del consumismo hace cinco años se ha vuelto una norma en mi país. Burbujas inmobiliaria y crediticia están a punto de estallar.

Y más con un gobierno inepto como el de Enrique Peña Nieto que en menos de seis meses de gobierno ya tiene el país más cerca del borde, lo contrario que en el gobierno anterior, que lo tenía un poquito más lejos del borde. Un gobierno que inventa explosiones de gas, un gobierno que hace «pactos por México» pero no respeta a las partes que acordaron el pacto y aún así quiere que se cumpla el mentado pacto. Un gobierno que a cada momento culpa, pero no se hace responsable de intentar solucionar los problemas que dejó el anterior. Un gobierno, que en la 76º Convención Bancaria, en Acapulco, dijo que —- El reto es prestar mas —- y promete crédito barato… ¿máxima estupidez o no?

Conclusiones.

La enfermedad europea es en realidad una enfermedad global, una enfermedad que aprovecha la conectividad del mundo para propagarse y que primero roe a los países más aventajados pero sin planes de contingencia. Es una enfermedad que convierte al ciudadano de a pie en víctima y victimario, que le roe la poca, o mucha, racionalidad que tuviese y lo deja en estado de carne de cañon de otros.

Esa enfermedad además domina el cerebro de la mayoría, cuál Cordyceps unilaterialis a una hormiga, para propiciar su diseminación, inhibiendo aún más a que las medidas necesarias pero dolorosas para solucionar el problema se den: tanto porque los ciudadanos las rechazan a ultranza como porque los gobernantes se la piensan, por el costo político, antes de aplicar las medidas.

Cuidado, que si las medidas no se aplican, sean los antibióticos en México o las cirugías en Europa, el pronóstico no es muy bueno para nadie en este planeta.

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