Salud mental

Ayer hubo una noticia impactante. La gimnasta estrella del equipo de Estados Unidos de América abandonó su participación en la competición por equipos por problemas de salud mental. Este hecho destacable y mis propios problemas de salud mental, me hizo pensar acerca del problema más a fondo. En los últimos años se han dado más casos a mi alrededor y en el ámbito público de la aceptación de la importancia de la salud mental. Aunque hay por cierto una banalización del tema, por otro lado hay más apertura para discutir sobre salud mental.

El problema de la salud mental siempre ha existido. Como cualquier órgano, el cerebro puede sufrir enfermedades. Lo especial del cerebro es que sus trastornos no son sólo fisiológicos o químicos. También las ideas pueden enfermarnos como un virus informático puede trastornar una computadora sin que esta tenga daños físicos. Además, estos trastornos físicos o de ideas se traducen en cambios de comportamiento, volviendo particularmente notables a las enfermedades mentales. Este estatus morboso conferido a las enfermedades mentales las empeora al ser sujeto de vergüenza y ocultamiento, cuando debían ser tomadas tan en serio como cualquier otra enfermedad del ser humano. El descubrimiento de que la salud mental siempre ha estado descuidada proviene de una sociedad más científica. No obstante, también viene de la poco desinteresada economía de consumo, ya que la salud mental pone en riesgo la consabida productividad. Y precisamente esa economía de consumo que le vende al humano la idea de que las cosas materiales o las redes sociales lo pueden hacer feliz, es la que genera el problema de salud mental.

En el pasado, aunque había condiciones que podrían enfermarnos mentalmente en un aspecto psicológico, también había remansos de paz que nos ayudaban a desfogar las frustraciones, recuperar fuerzas y reflexionar. En resumen, esos remansos de paz hacían que nuestras psique se volviese fuerte. Ese proceso de aprender de los fracasos, usando la paciencia y aprendiendo, entendiéndose a uno mismo, es algo muy antiguo que se ha ido perdiendo en esta vida más apresurada. Hoy en día no hay tiempo para tales “lujos”. Todo el tiempo estamos conectados. Todo el tiempo hay competencia. Todo el tiempo es hora de trabajar. Siempre trabajando con el sueño de un día encontrar lo que nos haga felices, o cumpliendo una lista de objetivos. Mas nunca es tiempo de vivir. Vivir eso es otro “lujo”. Con un mundo así, el individuo y su pobre salud mental sólo auguran un futuro aciago para la sociedad.

Simone Biles y su generación nacieron con un handicap psicológico: la tecnología y lo que ésta conlleva. La tecnología los ha vuelto vulnerables a la frustración, a la tiranía de la voz popular y de las etiquetas. Les ha mermado el don de la paciencia. Les ha ocultado el conocimiento de ellos mismos. Aunque lo ideal sería un proceso como el de mi generación (10 años mayor que Simone Biles) que vivió la transición entre un mundo sin tecnología y el excitante avance tecnológico, lo real es entrenar la psique de las nuevas generaciones. Darles las herramientas de la autorreflexión. Pero lo más importante: Acabar con un mundo que usa al individuo como un producto desechable.

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