Sin rencores… pero ni perdón ni olvido.

Ayer mismo, un compañero envió a la página de Facebook de mi generación del Centro Universitario México (CUM) un video. El video era un trailer de una película mexicana llamada «Después de Lucía».

Supongo que lo posteo ya que, por lo que ví, muchas de las locaciones en que se rodó la película se situaron en lo que fue mi preparatoria: el CUM. Por lo que he buscado de la película esta básicamente trata sobre el bullying.

Pero lo que me impactó es que al ver el trailer recordé una época de mi vida que me cambió profundamente, súbitamente e irreversiblemente, no de una forma agradable y podría decir que ha sido la época más difícil de mi vida… cualquier cosa desagradable que haya sucedido después, o antes, es nada.

Aunque el maltrato de que fui objeto fue distinto del que se aprecia en el trailer, lo que hay en común en todo ésto es el miedo. No importa si la violencia es física o psicológica, igual hiere. Podría decirse que es una especie de terrorismo.

El inicio: dos traiciones.

Durante un largo año pude sentir como, inexorablemente, perdí todo control sobre mi vida en la preparatoria a un ritmo exponencial. Recién salido de la secundaria pude ver como sin razón aparente o concreta que pueda identificar hasta ahora, primero el individuo que se sentaba atrás de mí y otros dos decidieron que sería su objeto de bravuconerías. Yo decidí hacer lo que siempre había hecho, ignorar y callar… la vía pacífica. Tal estrategia siempre me había funcionado con los bravucones que me había encontrado en mi vida y pocas veces había tenido que llegar a usar otros medios menos sutiles.

Pero, poco después de iniciado el curso, me dí cuenta que mi política pacífica no había servido en lo más mínimo, sin embargo la política de la violencia ya no serviría, porque ahora no sólo había tres que disfrutaban del perverso placer de hacerme daño, más mental que físicamente. Rápidamente el trío de desgraciados habían establecido una especie de jerarquía en la cuál se habían ganado o habían intimidado a una buena parte del grupo. Cualesquiera que estuviese en contra de su «gobierno» podría perder su lugar, no había seguridades y los que permanecían en la línea podían caer en cualquier momento.

No podía siquiera participar en las clases de matemáticas (desde entonces y desde antes mis favoritas) o en cualquier otra clase sin ser golpeado en la nuca por un soplagaitas (en aquella época, no se hoy, pero dudo que haya cambiado mucho en su actitud), o ser interrumpido, mientras hablaba, con improperios y apelativos despectivos contra mi persona. Pero lo peor que pude percibir es que tampoco podía tener un apoyo o alguien con quien hacer alianza… prácticamente había perdido cualquier posibilidad de poder ganar o, siquiera contraatacar de forma «suicida». Mucho antes del fin de semestre mi destino había estado sellado.

Redoble: la vía al abismo.

No obstante, aún viendo que estaba quebrado, sin verdaderos amigos, los tres líderes supongo que decidieron que no iban a cejar en el aplastamiento. Pronto las formas de terror y abuso pasaron de los simples golpes e insultos al robo o desperdigamiento por todo el salón de mis útiles escolares, incluso en alguna ocasión, mientras recogía mis libros del suelo me golpearon en la espalda. Tenía que cuidarme, siempre alerta y siempre con miedo de que hubiese otra humillación física, verbal o no verbal.

Hable con la profesora titular del grupo para que pudiese ayudarme a terminar, o amortiguar, el asunto, pero era una inepta: tan inepta que ni como titular (que deberían de fungir como consejeros o guías) ni como profesora de historia universal la hacía. Mas aún, ella también era en mayor o menor medida sujeto de secuestro, ya que no podía en ningún momento mantener la disciplina del grupo.

Finalmente con mi madre hablé, después de un tiempo de aguantar y haber intentado resolver el problema por mi mismo. Sin embargo no había solución alguna, pero hablar con ella fue sólo para poder compartir mi dolor con alguien: estaba solo y necesitaba que alguien me escuchara. Si en la escuela hubiera dado más señales de debilidad de las que me era inevitable dejar ver ellos hubieran tenido mayor cantidad de puntos que atacar.

Las noches eran terroríficas, mis sueños eran casi una continuación de la pesadilla que cada día vivía. Fui perdiendo toda autoestima, tal fue el desgaste en menos de medio año escolar: llegué a odiarme a mi mismo y a racionalizar que mi vida no tenía ningún valor, que probablemente debería de, o necesitaba, morir ya que esa era la única manera de alcanzar la paz que quería.

Incluso mi rendimiento escolar bajó, algo que durante toda la prepa quedó como marca para mi ya que yo acostumbraba tener, por gusto y autocompetencia, un nivel académico alto. Todos los días el sólo levantarme de mi cama, sabiendo que debería ir a la escuela, me hacían querer que todo fuese más lentamente como intentando que el tiempo corriera lo más lento posible, que la hora de partir se atrasara, ésto sumado al hecho de que no había dormido nada bien.

El siguiente paso fue que descuidé mi salud, fue de los años escolares que mas veces me enfermé como ya no me he enfermado desde aquellos días. Descuidé mi peso. Tan débil, inmunológicamente, estaba que me empezaron a salir verrugas en el cuello y tuve erupciones en la piel provocadas por virus. Ahí ya había llegado al punto en el cuál ya no me importaba en lo más mínimo cualquier cosa que inventaran o fraguaran para continuar, a propósito o no, mi deconstrucción.

Comencé a pensar en suicidarme aunque la idea que yo tenía era la de causarme daño suficiente para no regresar a la escuela durante un tiempo largo: saltarme lo que restaba de curso y tal vez saltarme otro año más para que cuando entrara una nueva generación pudiera entrar y que nadie me conociera y tal vez, sólo tal vez, habría una nueva oportunidad para mi.

El final: la ira.

Pero entonces, ya casi terminando el año escolar, la ofensiva comenzó a decrecer. Nunca supe exactamente cuál fue la razón, pero supongo que era yo, a los ojos de mis verdugos, un prisionero sin valor tan quebrado espiritualmente y físicamente que ni aunque hubiesen sido orcos me hubiesen encontrado alguna utilidad (tal vez para comida, ¡que bueno que no eran orcos! jejeje). También, porque a lo largo del semestre pude ver que tenían dos o tres objetos de «diversión» aparte de mi: otros que no habían acatado las reglas tácitas que habían establecido.

En ese momento comencé a hacer pausa y entendí que ya no quedaba nada de mi anterior orgullo y estima, ya no tenía nada que perder, había caído todo lo que podía caer. Analicé y ví que lo que más me entristecía y tal vez lo que me había dado el golpe fuera de guardía es que dos de aquellos que habían iniciado todo habían sido mis amigos, o al menos para mi lo habían sido: yo los conocía desde la primaria.

Nunca me había sentido tan traicionado. Y entonces eso me sacó de mi letargo de autocompasión, la ira se apoderó de mí, los odiaba. Probablemente si yo, viajando en el tiempo, me llevara a mi mismo una katana de seguro en los periódicos se hubiese hablado de una matanza. Por suerte, o no (según uno lo quiera ver), tan poco tiempo mi etapa iracunda y el año escolar tuvieron un traslape.

La lenta recuperación: ni perdón ni olvido.

Ese verano del 2000 fue el inicio de mi recuperación. Me pareció tan largo que tuve tiempo de reconstruir parte de lo que había sido destruido. Me quité del rencor y odio hacia mis verdugos. Pero el inicio del siguiente año escolar fue duro, tal vez seguía habiendo habladurías al principio, recuerdos de un pasado que parecía de leyenda pero cuyo temor esta presente para el que la vivió.

Pero por suerte, los malditos traidores acabaron en otros grupos y fuera de fugaces imágenes del pasado, como sombras repentinas que llevan al restablecimiento de la luz, todo fue tranquilo, el inicio de una etapa muy buena de mi vida. Me fue dificil comenzar a relacionarme de nuevo con la gente, el miedo a abrirme demasiado y luego ser traicionado vilmente no me agradaba en lo más mínimo.

Tanto ha pasado desde aquel año y al ver el trailer de esta película he recordado. Y lo que siento es que no los odio a aquellos traidores. Sin embargo no hay perdón ni hay olvido.

No hay perdón porque tantas cosas de aquel Diego de primero de preparatoria murieron y esas pérdidas son irreversibles y lamentables; y aunque el Diego del presente logró hace mucho dejar atrás todo ello aún conserva las cicatrices de un ataque salvaje e irracional: perdonar sería como pretender que a un herido de la guerra de las trincheras que ha perdido una pierna le crecerá otra.

Tampoco hay olvido. Porque olvidar implicaría dar la posibilidad a una nueva amistad, y como podría confiar en un amigo que me traicionó, me pisoteó y permitió, y alentó, a que otros hicieran lo mismo. En todo caso, lo que pueden esperar de mi es una relación correcta, pero no más allá de la cortesía.

Tal vez ellos, los líderes y los participantes del clientelismo para obtener placer lastimando a otro indefenso, no lo recuerden, o piensen que no fue para tanto, evitando su culpa racionalizando sus acciones. Pero algún día, en éste sistema complejo llamado sociedad puede que se encuentren con la horma de su zapato… o no.

Conclusiones.

A mi no me cabe duda que el bullying es un caso extremo de violencia. La violencia es algo natural entre cualquier especie que viva en éste planeta, de alguna manera hay violencia en la naturaleza. La violencia y la destrucción es lo que permite la evolución, sin embargo resultados colaterales de la violencia y la destrucción son la paz y la construcción. Parece paradójico, pero si en un sistema no hay flujos no hay nada divertido.

El problema es cuando esa tendencia natural al cambio que genera violencia, destrucción y sus duales, se dispara sin cota: se lleva el sistema al rompimiento, al desequilibrio global y al cambio súbito de las reglas del juego. Rompimiento que lleva al miedo y a la irracionalidad en el caso de la violencia extrema, con lo que deja de haber disciplina, orden, aprendizaje y la pérdida de muchas cosas en el camino… aunque también, si decimos «Always look on the bright side of life…» à la Monty Python podría ser un nuevo comienzo.

Pero la realidad es que en muchos casos el bullying termina frecuentemente en los puntos malos. Aquellos a los que ya no les queda la fortaleza de superar el temporal acaban frustrados, se suicidan, o (peor) acaban su vida acabando con la vida de otros que tal vez no eran mas que peones forzados en el tablero, cuando con quienes deberían de haber acabado era con los que iniciaron el asunto, dado el caso (casos como el de Columbine y otros tiroteos similares en escuelas estadounidenses son ejemplos). Eso no porque la violencia genere violencia sino porque la violencia extrema genera irracionalidad, la cual retroalimenta la violencia extrema y no acotada.

Postdata.

Después de ésta larga exposición de lo que le hizo recordar al autor un trailer, concluyo diciéndoles que ya el artículo está tomando forma… y tal vez vaya a ser una revolución, pequeña, en cuanto al pensamiento de como funciona la Tierra en cuanto a sistema climático se refiere.

¡Que me dieran el Nobel de Física, o mejor, la medalla Fields: eso sería bueno… el dinero se necesita, jeje!

Por lo pronto veremos si el concurso de fotografía científica del CONACYT rinde frutos.

2 comentarios en “Sin rencores… pero ni perdón ni olvido.

  1. que te puedo decir? yo tuve un compañero muy buena onda que lo atropellaron por ser güero y guapo, su agresor era moreno, feo, desagradable. El papa dio dinero a Cabrera y le hicieron la vida imposible al alumno victima, y lo amenazaron de que no le iban a pagar nada o los mataban… los papas eran narco-secuestradores!!! La escuela marista no aplica ningún principio biblico ni de amor al projimo. Los maestros se meten con alumnas.

    1. No tengo idea de ese caso que mencionas, no es por ofender pero me parece un poco rocambolesco lo que dices. Y también discriminatorio por lo del color de piel y la cualidad de belleza.

      Por otra parte la razón de que aunque sea un colegio de religiosos pero no se le de mucho énfasis a la religión más que en ocasiones especiales tiene su raíz en que la plantilla académica casi no cuenta con hermanos maristas. A menos era así cuando yo estuve ahí. Pero en cualquier caso mejor así que muchas veces los principios religiosos no hacen tanto bien.

      Sin embargo, uno de los tantos lemas en las escuelas maristas menciona que el objetivo de la educación marista son virtuosos ciudadanos. Para inculcar valores que cumplan eso no necesitas la religión. Las virtudes clásicas son muy generales y válidas. No necesitas las virtudes religiosas. Pero lo más importante es la razón.

      Lamentablemente es lo que no quiere la sociedad actual: tecnologizada pero sumamente supersticiosa e ignorante y, como resultado, manipulable por cualquier deseoso de hacerlo.

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